sábado, 8 de septiembre de 2012

En vela.

Una noche en vela, oscura, monótona, extraña.

El tic tac de los relojes resuena en la estancia. Un minuto pasa, y otro, y otro más... Tu cabeza da mil vueltas, un nervio extraño te recorre el cuerpo, ¿a qué se debe?

Inconscientemente das un repaso a tu vida, a los últimos tiempos. Sin poder evitarlo todo ha cambiado, no llegas a tener claro nunca si a bien o a mal. Lo que parece haber arraigado es ese miedo a sentir, a que cualquier cosa eche raíces en tu camino y luego no seas capaz de talar el árbol en caso de necesidad, a que no pare de crecer y te aísle aun más, apartándote de la luz. También temor a ese desapego que parece dominarlo todo. A que esas costuras que poco a poco has ido reforzando hayan encerrado sin remedio algo una vez estuvo vivo, y que ahora, después de malherido, no quiera volver a aparecer.

Eso explicaría ese rechazo que continuamente acecha... ¿Debido a un fallo técnico o es que aún no ha llegado el momento? Y mientras la espera cansa, te quema, ves al mundo correr y tú apenas has dado los primeros pasos... Y si encima a cada pequeño avance una repentina resaca te lleva no a la orilla, sino tierra adentro, ¿dónde nos deja esto?

¿Se acabarán algún día los falsos espejismos, los viajes al pasado, los tiros que salen por la culata, las emociones inservibles, esas que no sirven para nada? ¿Llegará por fin algún capítulo a partir del cual el libro deje de ser un muermo?

El sueño no llega, la rueda de preguntas gira, no para. Cuentas ovejitas, cambias de posición la almohada.

Y la noche en vela prosigue, oscura,monótona, extraña.

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