miércoles, 5 de octubre de 2011

El mismo sonido de fondo.



Pum… Pum... Pum... Pum…

Cassie no era capaz de concentrarse. Llevaba casi un cuarto de hora tratando de entender el primer párrafo del tema de biología pero sin éxito. Le resultaba imposible con esos incesantes golpecitos en la pared desviando su atención.

Pum… Pum... Pum... Pum…

Se tapó los oídos, exasperada. ¿Pero qué estaban haciendo los vecinos? ¿Se habían vuelto locos o qué?

Pum... Pum… Pum… Pum…

Decidió dar unos fuertes golpes en respuesta, a ver si así el vecino que fuera entraba en razón y dejaba de fastidiar.

Mientras tanto, al otro lado de la pared, en otra habitación…

“Estúpida. Estúpida. Estúpida. Estúpida.”

Sentada en la cama, Lena repetía esta palabra mentalmente, siguiendo el ritmo de los golpes que daba la pequeña pelota que hacía rebotar una y otra vez contra la pared, rescatada el día anterior de un cajón donde guardaba algunos juguetes de cuando era niña.

Pum... Pum... Pum... Pum... “Estupida. Estúpida. Estúpida. Estúpida.”

¿Por qué seguía dándole vueltas al mismo tema? ¿Por qué no se limitaba a resignarse y ya está? Ella nunca se había considerado masoquista, pero en ese momento estaba comenzando  a planteárselo. ¿Por qué de repente aquel cambio?

Pum... Pum… Pum... Pum... “Deja de pensar, deja de pensar…”

Unos potentes golpes interrumpieron su incesante letanía. PUM, PUM, PUM. Perfecto, ahora el vecino de turno. Ya no podía enredar con la pelotita tampoco. Con un suspiro de frustración se recostó contra la pared. La retahíla mental se reanudó, a la vez que unos nuevos golpes empezaban a sonar, rompiendo el silencio. 

Pam. Pam. Pam. Pam.

Sin embargo, ya no era la pelotita la que golpeaba la pared.

De nuevo en la otra habitación…

Por fin habían cesado aquellos molestos golpes. Emitiendo un suspiro de alivio, Cassie se dispuso a estudiar, ya en serio y con renovadas energías.

Pero entonces…

Pam. Pam. Pam. Pam.

No podía ser. Otra vez aquellos golpes. Y ahora diferentes, más seguidos. A ese paso iba a suspender el examen. “Venga, concéntrate, concéntrate…”

Pero no podía concentrarse.

Un ahogado grito de frustración salió de sus labios, a la vez que se llevaba las manos a la cabeza, ya totalmente desesperada.

Y así transcurría una tarde cualquiera de otoño. Dos almas diferentes, a la vez parecidas, igual de descontentas. Separadas tan sólo por una simple pared.

Una doble tortura mental con el mismo sonido de fondo.
.

3 comentarios: